No es que tengamos dos egos, desde luego sólo tenemos uno pero a veces parece que viven dos seres totalmente opuestos dentro de nosotros. No reconocemos las reacciones de uno y nos reconfortamos en las reacciones del otro y si no trabajamos en la conciencia las conductas negativas se nos pueden ir de las manos.
El ego malo, que tendría que ser el mismo ego pero alborotado, a causa de que por nosotros mismos no podemos satisfacer nuestros instintos, hace que nos volvamos seres impacientes, soberbios y pretendamos ser los poseedores de la verdad universal. Ese egocentrismo bárbaro es un generador de ira y descontento cuando ve que no se cumple su voluntad. Es rígido y no acepta cualquier posibilidad fuera del esquema trazado.
Por lo mismo se genera problemas en el entorno y desde luego se dificulta después tomar el rumbo correcto de las cosas. Esta rigidez no permite que veamos que hay otras maneras de lograr nuestros objetivos y aprender al mismo tiempo de los errores. No aprendemos de los errores porque el ego simplemente no permite que los veamos. Prisioneros de buscar siempre tener la razón ante todos y ante todo.
Hasta que llega el punto de quiebre y de cambio, aunque ciertamente no le llega a tantas personas como debería. Al tomar un poco de conciencia sobre nuestras acciones pero sobre todo de nuestros sufrimientos ahí es cuando debe entrar la acción. No esperar que el mundo se acomode a nosotros sino nosotros encontrar la manera flexible de acoplarnos.
FOTOGRAFIA: Vida Saludable